Quieres, puedes

Pasa un día más encerrada en estas cuatro paredes, enchufada a un montón de máquinas y tomando una cura que me hace sentir todavía peor. Viendo cómo poco a poco se me cae el pelo y cómo mis padres buscan cada día ese médico que les diga “se va a curar”, pero nada, no lo encuentran. Sí... tengo cáncer. Mi nombre es Alicia y llevo así desde hace tres meses, poco después de cumplir mis quince añitos; curioso ¿eh?, yo también lo pensaba hasta que mi madre me contó una historia que todavía me cuesta creer, algo que nunca contó por confiarse de que no se haría realidad porque era algo más allá de creer o no creer, pero que podría contestarme a ese por qué de mi actual situación. Mirad os cuento.

Todo comenzó mucho mucho mucho antes de que yo naciera, ni mis padres se habían conocido todavía. Mi madre tenía diez años y estaba de vacaciones con sus padres y su hermano Alejandro, un año más mayor que ella. Estaban ni más ni menos que en el Caribe, disfrutando de sus bellos paisajes y sobre todo de sus hermosas playas, aprobechando también para coger un poco de color de piel, aunque más que morenos volvieron como aunténticos cangrejos, rojos de pies a cabeza, (ahí me hubiera gustado estar yo, solo para hecharle esas broncas que me hechaba a mí cuando llegaba de la piscina y me había quemado un poco los hombros. Moriría en paz enserio... Pero bueno, no viene al caso, así que sigo). Como iba contando se fueron al Caribe y una de esas tardes fueron a un pequeño pueblo de visita turística. Una vez finalizada, les dejaron unas horas por el centro de ese pueblo. Mi madre y sus padres y hermano concretamente fueron a la plaza, donde había puestos y demás, para llevarse un bonito recuerdo puesto que sabían que volver a estas tierras sería difícil, por no decir imposible. Sin embargo, no solo había para comprar cosas, había una pequeña caseta que destacaba por su estilo. Se trataba de la caseta de una vidente. Mi madre era más curiosa que el gato al que esta mató, por lo que no dudó en entrar a probar suerte haber qué le diría la vidente sobre su futuro. Sus padres viendo la ilusión que tenía su hija obviamente no se negaron (mi madre estaba un poco bastante mimada la verdad). Entraron , pues, y la vidente comenzó a hablar. Primero le pidió la mano a mi madre, para ver sus líneas ''y así ver su camino''. Pocos minutos después se dirigió hacia su bola de cristal, que con los movimientos que hacía la vidente con sus brazos alrededor de la bola de cristal, se empezaba a iluminar y parecía más bien una bola de discoteca. Tras ese espectáculo de luces, pasó al típico y conocido tarot. La vidente pidió a mi madre que escogiera cinco cartas de la baraja, las que ella quisiera y las colocase bocabajo en el orden que le pareciese sobre la mesa. Mi madre más obediente que nunca siguió al pie de la letra lo que ella le dijo y puso sus cinco cartas. Entonces la vidente empezó a levantar una por una las cartas, explicando lo que significaban. Levantó la primera, la segunda, la tercera, la cuerta y... al ver la quinta carta... se llevó la mano a la boca, tapándosela. Todos los allí presentes (mi madre, su hermanoy sus padres) se preocuparon y exigieron a esta decir lo que aquella oscura carta significaba. Una vez calmada, explicó que esa carta era de las indeseables, algo terrible iba a suceder, y lo sentía, pero que ella no podía hacer nada más que cambiar el efecto de esa maldición, es decir, hacer que esa maldición no le afectase a ella, sino a alguien de su familia, o futura familia... Los presentes estaban alucinando y no es que se lo tomasen en serio pero... ¿sabiendo que esa vidente era famosa por sus predicciones tan acertadas?, quieras o no, mejor prevenir que curar. Por lo que mis abuelos decidieron pasar esa maldición a alguien de la futura familia de mi madre, solo que elegir ese alguien solo lo podía elegir ella y nada más que ella, a solas con la vidente. Sus padres y su hermano salieron entonces de aquel puesto. Mi madre me confesó que estaba asustada, tenía diez años y ya iba a sentenciar a alguien, alguien de su propia familia. La vidente le empezó a decir personas cercanas a ella: su madre, su padre, su hermano, su abuela, su primo, su futura hija... Ya está, mi madre quería acabar con esto de una vez, volver a casa, olvidarse de este mal trago, así que se quedó con el último nombre que escuchó: su hija. Por lo que se lo dijo a la vidente y salió corriendo hacia fuera, donde la esperaban sus padres y Alejandro. Hizo mal, porque aún no había acabado la vidente con ella, mi madre tenía que elegir también la fecha en la que esa “maldición” entraría en vigor, así que la vidente al haberse ido ya mi madre decidió elegir por ella: ese día era 15 de Agosto, pues a los 15 años su futura hija, contraería esta desdicha.


Bien, cuando mi madre me contó esto, lo primero que pensé fue que le faltaba un tornillo, a partir de ahora le dejaría un hueco en la cama para que durmiese mejor... Pero aquella noche inevitablemente estuve dándole vueltas y vueltas y... ¿Qué otra explicación hay para esto? Alicia, que recién cumplidos tus quince años, ese mismo día fue que te localizaran un tumor en la rodilla, luego otro en el pulmón, otro en … cáncer, Alicia, cáncer de un día para otro, de la nada. Y ahora, después de esa historia me atrevo a decir : ¿Casualidad? No. Esto es muy difícil para mí, ¿¡estoy maldita!?, puf, lo que sí tengo claro es, que maldita o no, voy a salir de aquí, y con el pelo bien largo, he dicho.

Bueno ya es de día y es el primero que afronto sabiendo esta curiosa historia, y lo mejor es que aclarado ese posible por qué de mi situación actual me vienen otras muchas preguntas, y la que más me ha llamado la atención es si tendré solución, algo contra esa “maldición”. Sí, como el cuento de la Bella Durmiente, le cae una maldición a ella también y después de muchos años el príncipe de sus sueños va a su castillo y la libera de un beso... ¿Tendré yo el mío?... Alicia por favor, baja de las nubes, eso es un cuento, estamos en la vida real.

Ya van cinco meses aquí. Quiero irme. Yo me encuentro genial, hace tiempo que no me hacen la quimio, no sé por qué, pero ya me dejan salir de la habitación y tal. Pero desde que salí el otro día no vuelvo. Dar un paseo por el hospital no es como andar por tu casa la verdad, darte un paseo por el hospital supone ver a gente en la sala de espera nerviosa, angustiosa, llorando, riendo de alegría... un sin fin de emociones, que no puedes evitar sentir tú también, y la mayoría no son de alegría. Supone también ver a niños a los que les falta algo, un brazo, una pierna, algo, y aun así los ves sonriendo de oreja a oreja, para mí son auténticos héroes. También puedes pasarte por la cafetería, allí está Carolina, la que siempre te sirve ese colacao calentito con esa sonrisa que tanto me gusta, aunque también ves esas caras pálidas de personas que se nota que no han dormido nada en varios días, personas que parece que ya perdieron lo último: la esperanza. No, no puedo. Hay cosas bonitas, pero la mayoría desgraciadas y no, soy muy llorona para estas cosas la verdad y me da rabia no poder hacer nada por cambiar esas caras y darles una buena dosis de felicidad. Sinceramente esto me va a marcar, va a ser una experiencia que pocas personas van a poder pasar, porque si pienso en la sociedad de hoy en día, me da asco, A-S-C-O, porque no se tiene clara esa lista de valores necesarios, que ahora mismo habrá tías como yo llorando porque un chaval no se fija en ellas y mientras aquí una persona como puedo ser yo, en lo único que piensa y desea es en seguir viviendo y salir de aquí ya, que todo vuelva a ser como antes.


Suman ya ocho meses y ya hace varios que no me hacen la quimio, no es que me guste que me la hagan, ni mucho menos, pero... ¿acaso no es lo único que pueden hacerme? Ni medicamentos, ni nada en mucho tiempo... ¿tendré ya los días contados? Ayer encontré la respuesta a todas estas cuestiones. Eran las cinco de la tarde y decidí hacer una visita a Carolina, la de la cafetería, y yendo por el pasillo vi a mis padres a lo lejos entrando en una sala, que resultó ser la del médico que me atendía. Yo la verdad he salido a mi madre, curiosa hasta la médula, así que me acerqué sigilosamente y me escondí en el carrito de las sábanas que traían limpias, esto es una señal, pensé, para enterarme de lo que iban a hablar. Bueno pues llegan mis padres, saludan al médico (de nombre Nico) y se sientan. No entendía muy bien lo que hablaban por lo que intenté hacercame lo más disimuladamene posible, para poder entender lo que decían. Entonces escuché a Nico decir que mi caso era raro, porque ya no me encontraban los tumores, pero que ciertos síntomas, como que el pelo se me cayese, seguían ahí y era por eso que decidieron no darme más quimio. En ese momento no sabía si alegrarme o preocuparme debido a que ni ellos sabían lo que me pasaba ahora. Seguí escuchando y Nico seguía hablando. Solo pude entender palabrejas sueltas, pues vino uno de la limpieza con la aspiradora. Solo pude escuchar las palabras : cabeza, trastorno y lo inventigaremos a fondo. Como no escuchaba nada, decidí irme, pero a mi habitación, no tenía ganas ya de bajar después de escuchar esas tres palabrejas y media, porque ponte a relacionarlas, ¿estarían diciendo que estoy loca? Decidí mejor no darle importancia y no sacar conclusiones precipitadas, ya que muchas veces si no se escucha todo de una conversación se pueden sacar cosas que no son, y pasaba de rayarme.


Solo han pasado dos semanas desde esa misteriosa conversación entre mis padres y Nico y han cambiado muchas cosas: me traen comida que me gusta (como arroz a la cubana, pizza, natillas, etc), me dejan salir a las pistas de baloncesto y fútbol a jugar un poco, incluso fui un día de compras con mi madre al centro comercial y lo más de lo más... ¡tengo compañero de habitación! ¡por fin!Y la verdad... creo que me gusta. Es guapo. No sé si ya es porque hace demasiado tiempo que no veo ni estoy con un chaval, pero no sé, tiene algo que me gusta. ¿Será él mi príncipe? Ya estoy otra vez, a lo mejor va a ser verdad lo de que estoy loca. Se llama Hugo, tiene mi edad, solo que él lleva con cáncer 2 años ya. Me ha contado un montón de cosas alucinantes, se ha recorrido el mundo entero, hasta que se detectó que tenía cáncer claro. Me cae genial, me gusta. Pero como no todo podía ser bueno vino lo malo: tuvo visita, su novia. Era rubia, delgada, ojazos verdes... Toda una auténtica Barbie. Y la verdad me extrañaba que una chica como ella estuviese todavía con un chaval con cáncer, pero en fin, la vida es así y no hay más remedio que alegrarse por esa persona y desearle lo mejor.

Pasaban los días y cada vez nos hacíamos más amigos el uno del otro, acabamos siendo como carne y uña. Poco después se unió otra persona a nosotros, Lucía, dos años más pequeña que nosotros, pero la considerábamos como uno de nosotros, por su enorme corazón, un ángel de niña la verdad. Ya no era tan aburrida la estancia en el hospital pero algo empezó a cambiar en mí. Me empezaba a ver como una persona rara, distinta a los demás, que no encajaba allí. Quería irme, desaparecer. Ni yo entendía esos estados.

Y fue entonces cuando por esto me volvieron a poner en una habitación aislada del resto. Llevaría ya ¿dos semanas?, ¿tres sin ver a Hugo y Lucía? No sé. Pero ganas de verles desde luego no me faltaban.

Al fin, un día después de varios meses, aparecieron en mi habitación, pero no ellos, sino sus padres, cada uno con una carta. Dos cartas, una de Hugo y otra de Lucía, ¿por qué no habrían venido ellos mismos a dármelas?, ¿les daría miedo o algo? Puf, sin más, decidí abrir las cartas. No pude evitar llorar al leerlas, pues decían que se iban, aquí no había ya la suficiente atención que ellos requerían y se transladaban a otro hospital, que lo sentían en el alma de verdad y que no pudieron traerme ellos mismos las cartas porque no les dejaron... Sentí entonces cómo el mundo poco a poco se me caía encima. Ahora más que nunca me sentía sola... Pero, ¿qué es esto? En el sobre de la carta de Lucía hay una notita y ponía: “Recuerda que nunca estarás sola, y que la solución a nuestros problemas está en nosotros mismos, crea tu propia medicina.Si quieres, puedes. Te quiere, Lucía.”
Esa notita me marcó y decidí ponerla en práctica, no más agustias tontas, no más comerse la cabeza, no te parezcas Alicia a esas personas de la cafetería, inyéctate esa dosis de felicidad, te vas a recuperar. Eres mucho más fuerte que esa vidente y sus cartas. Basta ya.

Finalmente como cada esfuerzo o trabajo tiene sus frutos después de unos meses, por fin vino ese médico con las palabras “ felicidades, mañana te dan el alta” en la boca. En serio nunca, y digo nunca, me había sentido tan feliz, por fin había acabado esta pesadilla de la que parecía que ya no saldría jamás. Inmediatamente al día siguiente mis padres y yo recogimos rápido y fuimos a casa. Hogar dulce hogar. Bueno, bueno, allí me esperaba toda la familia, besos, abrazos, regalos, confeti y... ¡Hugo y Lucía! El mejor día de mi vida sin duda alguna. Hicimos juegos, nos pusimos de tarta hasta el cuello, toda una fiesta. Cuando ya todo acabó me tumbé en la cama, apagué las luces y me quedé mirando el techo. Me puse a pensar y... puede que estuviese maldita, no fuese una princesa, no estuviese 100 años durmiendoy no tuviese príncipe azul; pero fui y soy una persona a la que maldigeron, entró en cáncer, y vinieron a su vida dos personas encantadoras que la hicieron fuerte y lograron salvarla. Sin duda me gusta más mi historia que la de la Bella Durmiente; sin duda, si se quiere, se puede.



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