Presente
24 horas. 365 días… Parece muchísimo tiempo, ¿verdad? Y es
lo que compone en total un solo año. Lástima que no aprovechemos ni la mitad
realmente. Entre obligaciones, uso de razón, kilómetros, errores, malas rachas
y demás, vivimos esperando a que llegue ese día, como las vacaciones, la
quedada, el viaje, el día de ser feliz, el día de que todo vuelva a ser como
antes… Pero, ¿y con el resto de días, meses o incluso años, qué pasa? Pues lo
único que pasa aquí es el tiempo. Dejamos escapar aquello que jamás vuelve. Y tratándose de errores… no nos entra en la cabeza que siempre hay un nuevo
día en el que tomar la delantera a todo aquello que te dejó atrás. No eres menos
que nadie. Y de ti depende todo. Ya no se trata de saber lo que hay que hacer,
hay que hacerlo. Pensar en ti y en lo que te importa, tomar tus propias
decisiones, sin importar lo que te digan o te dejen de decir; es tu vida, tus
decisiones, tus errores, tus victorias… Algo que nadie jamás podrá entender y
que muchos tratarán de fastidiarlo. No te rebajes a su nivel. Vales demasiado.
Es coger y decir “se acabó”, pero no como los que siempre decías, el
definitivo. Es una lucha de ti contra ti día a día, entre deber y querer
posiblemente, la cual no acabará hasta que dejes de tener miedo, cuando no lo
tengas, empezarás a disfrutar; porque ciertamente, se llama presente al día de
hoy porque es un regalo, pero no uno cualquiera, pues este no lo puedes descambiar. O lo tomas o lo dejas. Es ahora o nunca.
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