Russo: Capítulo 4
“Des…, señ… ¿Hol…?” dijo una voz que retumbaba por mi cabeza. Intenté abrir los ojos. Conseguí abrirlos un poco y vi una imagen, borrosa, una niña de pelo como el oro, rizado. “Despierta ya señoritaaa” logré oír con claridad. Abrí los ojos del todo y conseguí incorporarme. Me alegré al saber que no estaba muerta, que no me había quedado allí. Me llevé la mano a la cabeza, un fuerte dolor me estremecía. “¿Estás bieeeen señoritaaa?” seguía preguntándome incesante la niña. Entonces se abrió la puerta y entró una persona mayor, mandando callar a la niña que no paraba de preguntarme. Me dedicó una sonrisa que me inspiró confianza. Me ofreció una taza de leche caliente, preguntándome qué me había sucedido. Respiré hondo y le conté todo. La mujer no daba crédito a todo lo que estaba escuchando… Aunque la verdad, algo me decía que no sería la primera vez que acogía a algún curioso sobre el caso en casa; pues me comentó que vivía cerca de aquella finca. Su pelo era largo y canoso, sus manos