Russo: Capítulo 2
A la mañana siguiente quedé con James
en el bar de nuestra amiga Teddy a las nueve de la mañana, el lugar idóneo para
entablar una conversación, e incluso una entrevista de trabajo, pues era un bar
tranquilo pero a la vez alegre, resultaba agradable la estancia.
Tras exponer cada uno lo que había
encontrado, que fue más o menos lo mismo, decidimos no perder el tiempo y
partir hacia la localidad donde se encontraba aquella pequeña finca esa misma mañana.
Cogimos el tren de las doce y en nada ya nos veíamos enfrente de las puertas de
entrada de aquella finca.
James y yo nos quedamos boquiabiertos
al ver ya solo la imagen que teníamos delante de nuestras narices. Al juzgar
por las plantas, allí hacía muchísimo tiempo que no penetraba ningún rayo de
luz, estaban completamente secas y muertas. James me miró y le devolví la mirada con un “vamos”,
seguido de un paso adelante mío. Para nuestra sorpresa la puerta resultó estar
cerrada. Después de escanearla de arriba abajo y de un lado para el otro bajo nuestra atenta mirada, pudimos comprobar
que en el medio había un candado camuflado, donde había una ranura en la que
una llave cabía para abrir la puerta. Entonces me acerqué más, hasta el punto de
tocar con mis manos ese enorme candado, pues me ocupaba una mano entera. En ese
momento se escuchó un leve chasquido y se abrió el candado, que no cayó encima
de mis pies por puro reflejo mío de esquivarlo.
La puerta se abrió lentamente
hacia dentro. Di unos pasos hacia
delante y me percaté de que James todavía seguía al otro lado de la puerta, tratando
de dar una explicación a lo que acababa de ocurrir allí hace unos segundos,
delante de sus ojos. James era el tío más comecocos que te podías encontrar ciertamente,
y lo peor es que es muy supersticioso, porque
ya me imaginaba yo que empezaría a decir que esto había sido obra de
algún fantasma, que mejor darse la vuelta y bla, bla, bla. Retrocedí, le agarré
de la manga y tiré de él hacia dentro, recordándole que habíamos venido para
resolver un caso, no para darnos la vuelta. James finalmente, resignado, asintió.
Anduvimos varios minutos y al rato
veíamos ya la gran mansión. Lo malo es que se nos hizo de noche. James ya se me empezaba a arrimar más y más
hasta que acabó agarrado a mí, ya empezaba con sus paranoias fantasmales y
tenía miedo. “Ya empezamos…” me dije resignada. Entonces llegamos a la puerta.
El aspecto de la casa más que miedo me producían ganas de pasarle cepillo y
fregona, pues el pestazo que desprendía era sobrecogedor. “Es el olor a muerto
Cathy, por Dios, ¡vámonos ya!” me suplicaba James. Yo por supuesto me negué y
le dije que no dijera más sandeces, que no nos íbamos a ir sin investigar.
Mirando la casa así más de cerca, era de aspecto normal, como las típicas que
dibujábamos cuando éramos pequeños: el cuadradito, y encima el triángulo que
hacía función de tejado. La casa era de madera, ya vieja y deteriorada; se caía
a cachos, como la barandilla de enfrente de la puerta. Respecto a ventanas,
había dos a ambos lados de la puerta, aunque en perfecto estado y limpias (cosa
que me llamó bastante la atención, y anoté en mi pequeño cuadernillo de
bolsillo). Di unos pasos hacia delante y posé mi mano sobre el picaporte de la
puerta, preparada para abrirla, lanzando una mirada a James para ver si estaba
preparado. No sabíamos qué nos íbamos a encontrar tras esa puerta. Como noté que ya me empezaba
a comer la cabeza, decidí abrir, sin pensármelo más.
Empujé el picaporte hacia abajo
lentamente y abrí de un golpe la puerta. Acto seguido, sale de ella una fuerte
corriente de aire frío que nos hizo retroceder. Miré a donde estaba James y … “¡¿James?!”
grité. No obtuve respuesta. Había desaparecido. Mi cuerpo ya empezaba a
temblar; cuando escuché una voz que procedía del interior de la casa. “Estoy
aquí” decía esa voz. Pude reconocer entonces que era de James. “Menos mal” pensé.
Me tranquilicé y al entrar en la casa vi la silueta de James, de espaldas,
mirando hacia las escaleras que daban lugar a la primera planta de la casa. “Muy
gracioso” pensaba para mis adentros. Empecé pues a observar la entrada, todo
misteriosamente colocado y no muy sucio. Bueno, llamé a James para cotillear en
el salón, que encontraríamos información seguro allí; pero él ni contestaba
ni se movía. Le volví a llamar. Y nada.
Entonces me acerqué lentamente. Estaba justo detrás de su espalda, le cogí del
hombro para girarlo y bruscamente se giró, pero no él, sino su cabeza entera.
No, no era él. Su rostro era esquelético, endemoniado, de color gris con
sombras negras como la noche. No tenía ojos. Quedé espantada ante aquella situación
y me di la vuelta para salir corriendo de allí lo antes posible.
Cuando ya estaba a unos cien
metros de la puerta, ésta se cerró bruscamente. “¡¿QUÉ NARICES HAGO AHORA?! - me
decía desesperada. Temblorosa y nerviosa a más no poder, golpeaba la puerta en
mis intentos por abrirla, buscaba algún mecanismo para abrirla, pero nada. No
quería mirar atrás, oía el lento caminar de aquel… ser. Tenía miedo. Estaba
completamente sola. Quería irme. Tras ver que mis golpes y gritos no servían
para nada, me di por vencida. Me apoyé contra la puerta y me fui dejando caer lentamente
hasta quedar completamente sentada. Por
suerte mis lágrimas hacían borrosa aquella escena que tenía delante de mí.
Cerré los ojos con fuerza. Quería desaparecer. Algo me llegó a tocar la pierna
y asqueada la retiré. Volvió a tocarme aquella cosa y volví a moverla. Entonces
me cogió la pierna y la estrujó con fuerza. Esto ya era demasiado, prefería que
acabase conmigo ya. De pronto, noto que ya nada me toca ni me agarra. Suena un ruido, como el de una palanca. “¡Ahhhhhhhhhh!”
grité. Caí, caí y caí.
Cuando abrí los ojos, lo que vi
fue… Nada. No veía nada, estaba todo oscuro, yo sola, intentando de nuevo
encontrar una salida.
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