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Mostrando entradas de noviembre, 2013

Valorarte y valorar

Hay personas, momentos, canciones, chistes, que pase el tiempo que pase no cambiarán para tí, todo va genial y estás feliz. Pero, ¿y cuando todo un día de repente cambia? Te levantas raro, lo normal te molesta, te sientes inútil, no te salen las cosas como quieres, no te apetece hablar, tu canción preferida te aburre, esos chistes con los que te reías sin parar ya no te hacen ni sonreir, pierdes personas... Estás en una situación en la que, como dijo Fito, "no sé si el mundo está al revés, o soy yo el que está cabeza abajo" . Y es eso. Acojona saber que hay esa posibilidad de que las cosas cambien de la noche a la mañana. Incluso tendemos a martirizarnos solo por haber tenido un mal día.  Es triste pero cierto, pero no es más que otra circunstancia más a la que tenemos que hacer frente. Tal vez fuese momento de pararse a pensar un rato, eso que siempre intentamos evitar a toda costa; pararse y pensar dónde estás y hacia dónde vas; qué es lo que quieres, qué es lo que te h

Ponte en mi lugar (Parte II)

Como la cosa no marchaba como esperaban, todos los involucrados en el trato decidieron reunirse de nuevo, pues querían darle una lección de vida a Rebeca y a su vez, reconciliarla con sus padres. Entonces, al final de una larga reunión, acordaron llevar a cabo una salida con la clase de manera totalmente lúdica, concretamente al Palacio Jadín, donde entre otras muchas cosas, había un laberinto de arbustos, situado no muy lejos de la localidad. Tenían que organizarse en grupos, uno de ellos vendarse los ojos y los demás guiarles hasta el final. Era el último día antes de que Rebeca tuviese que tener aprendida la lección y era el último as que les quedaban para lograr dicho objetivo. Así que pusieron en marcha la idea que acordaron en la pasada reunión. Durante las clases matinales de aquel día, a última hora se presentó Carmona a explicar la actividad que debían realizar ese mismo día por la tarde, en grupos. Cómo no, todos se pusieron en grupos, menos Rebeca que se quedó sola. Carm

Ponte en mi lugar (Parte I )

Un lío más y Rebeca iba a la cárcel. Ella tenía 18 años recién cumplidos y antecedentes penales por robar y agresiones a otras personas, pero como era menor, el pago de una determinada suma de dinero la salvaba. Tenía suerte, la verdad, porque precisamente lo que se dice dinero no le faltaba, para nada. Entonces su padre llevaba tres clínicas dentales y su madre era cocinera, dueña de dos de los restaurantes más famosos de aquí. Como para que le faltase algo a Rebeca, ¿eh?, pues sí que le faltaba algo: el afecto. Sus padres se separaron cuando ella tenía apenas tres años. Mucha gente piensa que eso de las separaciones no repercute en niños tan pequeños, pero no es así, más bien todo lo contrario. Cuando dos padres se separan, mucho antes hubo continuas discusiones en casa, lo que trasmite al niño ese continuo enfrentamiento entre dos personas, ese odio, que le llega en forma de rechazo. Porque, ¿cuántas veces habrán discutido sus padres mientras que Rebeca se pasaba llorando horas y

Nada es para siempre

Estás hablando con alguien y te pregunta que qué tal estás, entonces tú le respondes que ''bien''... Pero te das cuenta de que eso es algo que sale solo, mecánico, de tanto decirlo; es un "bien" del tipo estoy acostumbrado a que todo me salga mal.  Lo sabes, lo sé.  Es entonces cuando te pasas día sí y día también sin dormir, o al menos te cuesta más de lo habitual dormir (excepto en clase por supuesto), te encierras en tu habitación, apagas el móvil; no quieres hablar con nadie, o sí, pero lo que esperas está lejos de la realidad; vas continuamente al baño, pero no a peinarte o pasarte un ratillo poniendo caras y riéndote frente al espejo como antes, no, ahora a lo que vas es a lavarte la cara y tratar de disimular esa cara de horas y horas llorando, a decirte continuamente mientras te lavas la cara con agua bien fría "ya está bien" y tratar de pintarte una sonrisa para salir ahí fuera. Finalmente consigues calmarte y tratas de llevar el día a d

Querido Abuelo

Hola abuelo, sinceramente no sé por donde empezar, hay tantas cosas que te quiero decir y este nudo en la garganta no lo hace nada fácil... Pero bueno, empecemos por el principio, vayamos diez años atrás.  Aún recuerdo cuando estabas en el pasillo tomando ese café que con solo olerlo se me hacía la boca agua, e iba siempre corriendo a que me dieras un poquito. Siempre al principio te negabas, por que decías que era "para los mayores" y yo siempre te respondía que ya tenía 5 añitos, entonces te echabas a reir y cedías dándome una cucharadita. Ambos nos reíamos y terminábamos en un abrazo. Ya de bien pequeña, abuelo, no sabes lo que te apreciaba.  También recuerdo cuando bajabas a tu burrita para que tanto mi prima como yo nos montásemos y diésemos una vueltecita. Recuerdo que me daba mucho miedo, aunque lo que más quisiese fuese montar, no me atrevía porque me daba miedo caerme, simplemente no me sentía capacitada, impotente. Me iba a casa llorando pero siempre me alcanzab