Nada es para siempre

Estás hablando con alguien y te pregunta que qué tal estás, entonces tú le respondes que ''bien''... Pero te das cuenta de que eso es algo que sale solo, mecánico, de tanto decirlo; es un "bien" del tipo estoy acostumbrado a que todo me salga mal. Lo sabes, lo sé. 

Es entonces cuando te pasas día sí y día también sin dormir, o al menos te cuesta más de lo habitual dormir (excepto en clase por supuesto), te encierras en tu habitación, apagas el móvil; no quieres hablar con nadie, o sí, pero lo que esperas está lejos de la realidad; vas continuamente al baño, pero no a peinarte o pasarte un ratillo poniendo caras y riéndote frente al espejo como antes, no, ahora a lo que vas es a lavarte la cara y tratar de disimular esa cara de horas y horas llorando, a decirte continuamente mientras te lavas la cara con agua bien fría "ya está bien" y tratar de pintarte una sonrisa para salir ahí fuera. Finalmente consigues calmarte y tratas de llevar el día a día; sonríes, pero no estás contento.

De hecho quieres desaparecer, sí, ver cómo reaccionarían los demás si un día cualquiera te das el piro y no vuelves a aparecer nunca, si se darían cuenta o algo. 

Luego también te vienen 204852 preguntas por segundo y en aumento, como por ejemplo cuánto tiempo más tendrías que estar aguantando, qué más podrías hacer para acabar con esa situación, qué habrías hecho mal, es un.. "¿Qué narices hago ahora?" continuo... Te ves solo y quieres una solución ya, no aguantas más y entonces te ahogas en tu propio pozo. Y sí, digo propio pozo porque es algo que nos montamos nosotros solitos. 

Verdaderamente todos ponemos nuestros propios límites, los peores obstáculos también y es por ello que si los pusimos, nosotros mismos también podremos superarlos. Aunque también cabe recordar que por muy solos que nos sintamos, nunca, y digo NUNCA, estamos solos. Por muy solos que nos sintamos, ahí fuera estás rodeado de gente que te quiere y te apoyará pase lo que pase, sea como sea, aunque sólo sean 2 ó 3 personas, da igual, hay personas que valen más que un millón juntas. Y es que, cuando más solos queremos estar, más necesitamos estar en compañía. Música bien alta para no oírnos a nosotros mismos, una persona ahí que esté dispuesta a escucharnos y soportarnos y sobre todo, voluntad, porque si nada es para siempre, recuerda que tampoco lo serán los malos momentos.

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